Malos jefes
Ver las cosas con una perspectiva más amplia es casi siempre lo que más necesitamos para superar nuestras inseguridades.
Hace unas semanas presencié una situación que me hizo sentir síndrome del impostor. Por suerte, no tardé en darme cuenta de lo mucho que ha cambiado todo para mejor en los últimos años.
Existen personas que usan el miedo como arma de control. No obstante, el miedo no suele resistir el enfoque racional.
Aunque hayas decidido no mirar atrás, algunas personas que desaparecieron de tu vida hace años se asomen de nuevo en el presente. Si te pasa, no pierdas la calma y aprovecha el momento para reflexionar antes de continuar mirando hacia adelante.
Por ejemplo, a mí me hace feliz no tener que tratar con ciertas personas o verme en situaciones como las que describiré a continuación.
Estoy muy agradecido de tener desde hace años un trabajo en el que:
• no se me anima a compartir asuntos personales para luego usarlos en mi contra.
• no tengo que escuchar eso de «no te pagamos por pensar o por dar tu opinión, sino por hacer lo que te pedimos».
• no tengo que respetar una jerarquía de comunicación absurda porque, en realidad, alguien no quería que descubriese, por ejemplo, que a mi trabajo se le borraba mi nombre.
• se me recuerda que se me puede sustituir en cualquier momento porque hay una cola de gente esperando para hacer mi trabajo.
• se me intenta hacer creer que no soy tan bueno como pienso.
• se me pide que detalle con pelos y señales el tiempo que tardo en hacer mis tareas para probar que realmente valgo lo que se me paga.
• se me anima a socializar fuera el trabajo con personas con cargos importantes, incluso si estas no me gustan, para progresar laboralmente.
• se espera que sean otras personas las que deciden qué es lo mejor para mí a nivel profesional sin consultarlo primero conmigo.
Lo cierto es que las personas no suelen renunciar a malos trabajos, sino a malos jefes.
Un buen jefe no grita, amenaza o menosprecia a sus empleados. Tampoco los amonesta por escrito ni los pone en período de prueba. Y, por supuesto, no clasifica a sus empleados de mejor a peor. En su lugar, un buen jefe contrata a personas en las que confía y las valora como compañeras de equipo.
Si tu jefe no te ofrece respeto ni confianza, esa relación no te vale.
A esos jefes cuyas actitudes hicieron que tomase el camino que he seguido les diría que estoy agradecido porque el tiempo me ha dado la razón.
Si las personas que te rodean no son capaces de reconocer tu valor, no los necesitas en tu vida. No dejes que nadie apague tu llama.
Nunca olvides que tú eres la única persona que debería estar en control de tu carrera profesional.
¡Nos leemos!