El síndrome del impostor

Antoni Maroto
3 min readMar 1, 2021
Foto de Danielle MacInnes en Unsplash

El ejercicio de la traducción profesional suele ser una experiencia solitaria. Salvo si asisto a eventos virtuales o en persona, la mayor parte del tiempo estoy solo en mi casa trabajando delante del ordenador.

La existencia de foros y redes sociales ha hecho que muchos profesionales de mi sector hayamos decidido compartir nuestras experiencias. Saber que otras personas viven situaciones iguales o parecidas le hace sentir a uno «menos raro».

Una de los temas que más he visto últimamente es el denominado síndrome del impostor. Los que lo hemos sufrido alguna vez podemos llegar a creer que no merecemos lo que hemos conseguido y que en verdad somos un fraude. Existe un miedo irracional a ser descubierto como tal.

Igual que la era digital ha conseguido que la traducción por cuenta propia sea una profesión menos solitaria, también ha fomentado una mentalidad de competición y celos entre profesionales. Es más fácil que nunca sentirse inferior a otros.

Cuando era más joven, me molestaba ver cómo otras personas lograban lo que se proponían, especialmente si era algo que yo también quería y creía merecer. ¿Por qué ellas lograban tener éxito y yo no?

Darme cuenta de que me había convertido en un resentido me hizo replantearme mi estrategia profesional y mi uso de las redes sociales. Por ello, decidí desaparecer por un tiempo para «desintoxicarme».

Un error que había cometido era pensar en mis colegas profesionales como rivales. Lo cierto es que es difícil no compararse con los demás en la esfera digital, especialmente cuando la mayoría alardea de triunfos e invisibiliza fracasos.

Si bien creo que celebrar victorias es sano, no todas las personas de tu círculo y sector van a alegrarse por ti. Sentir envidia en ciertas ocasiones es normal, pero se nos puede escapar de las manos si no la gestionamos correctamente.

Una de las cosas que me ayudó a superar lo de ser un «hater» fue empezar a pensar en mis colegas de profesión como aliados. Aunque muchos hacemos en teoría lo mismo a nivel profesional, la realidad es que cada uno de nosotros somos únicos y nos encontramos en momentos diferentes en nuestros caminos.

Por eso, compararnos con los demás no es una buena idea. No solo vemos lo que queremos ver, sino también lo que los otros nos dejan ver. Al compararte, lo más probable es que acabes asumiendo cosas como ciertas que no son verdad y cometas errores.

Además de compartir mis éxitos con mis amistades y colegas profesionales, he aprendido a celebrar a los demás. Me gusta pensar que todos somos estrellas en el cielo y que podemos brillar sin eclipsarnos.

De la misma manera que aprendí a aceptar la ansiedad como parte de mi vida, me he dado cuenta de que en algunas ocasiones voy a sentirme como un impostor.

No obstante, el síndrome del impostor no tiene porque verse siempre como algo malo. Yo creo que para tener éxito hay que «sufrirlo» en algunas ocasiones. Es más, creo que la mayoría de los que hemos pasado por ello es porque siempre nos estamos esforzando para ser los mejores en lo que hacemos.

Eso es algo que debemos continuar haciendo para ser buenos profesionales. En algún momento te encontrarás con personas que tengan más experiencia y formación que tú. Sin embargo, ninguna de esas personas tendrá lo que te hacer ser única.

Otra cosa que debemos aceptar es que no siempre vamos a tener el apoyo que querríamos. Algunas relaciones no van a tener lugar nunca, simplemente porque no tienen que suceder. Tenemos que dejar de valorarnos en función de cómo nos valoren las personas que no nos conocen.

Si alguien que no te conoce no quiere llevarse bien contigo, esa persona no te va a merecer la pena. Y si alguna vez te ves queriendo eclipsar a alguien, recuerda que hay maneras más sanas para conseguir brillar por tu propia cuenta.

¡Nos leemos!

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Antoni Maroto

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